Por
MC
Tengo un buen amigo mío llamado Miguel.
Hace unos años tuvo una novia por correspondencia, con la cual mantuvo una
relación de varios meses por medio de cartas y alguna que otra llamada por
teléfono. También intercambiaron fotos, postales, poemas, etc. Así poco a poco
fue creciendo el amor entre ambos y, al mismo tiempo, la curiosidad y las ganas
de conocerse.
Al principio sintieron miedo de romper la
burbuja, pero el deseo de verse frente a frente se impuso y así, un día, se
miraron a los ojos por primera vez.
Su relación, ahora sí, verdadera, solo
duraría unos meses más. Problemas como la gran distancia que los separaba o la
falta de transporte para ir a visitarse, o el simple hecho de tener vidas muy
diferentes pasó factura al amor.
Miguel no ha superado ese gran golpe, no
se arrepiente, pero hubiese preferido no haber roto la burbuja.
Con la aparición de Internet y del correo
electrónico en nuestras vidas, se ha facilitado y puesto de moda algo que viene
desde los inicios, desde que el hombre sintió la necesidad de comunicarse.
Hablo del amor por correspondencia.
En la actualidad hay montones de sitios
en Internet que promueven y animan a las personas a que conozcan a su pareja ideal. Con la ayuda de los correos
electrónicos y de páginas especializadas, muchísima gente se comunica de un
lado a otro del océano.
Pero no todas son honestas: hay personas
maduras que se hacen pasar por adolescentes, otros envían fotos editadas o de
otras personas.
Además, existe una gran cantidad de trampas
y mentiras, que muchos utilizan con el fin de aparentar lo que no son o con el objetivo de ocultar o distorsionar su
verdadera personalidad.
Detrás de los ordenadores se esconde
mucha gente con complejos, trastornos, o delirio de ser otra persona. También
hay pedófilos, acosadores sexuales e incluso secuestradores. Además, hay
hombres que se hacen pasar por mujeres y viceversa. Todo esto conlleva a que se
den muchos engaños y falsas expectativas.
Los que dicen haber encontrado su amor
platónico por medio de esta vía se sienten tan bien, que les aterra romper la
pompa de jabón en la que se encuentran. Muchos sienten miedo a conocerse
personalmente y que las cosas no fluyan de la misma forma. Otros temen a que el
físico no concuerde con lo imaginado o con las fotos enviadas.
También existe la posibilidad de que esa
persona no sea la misma que aparenta ser. Tal vez sus gustos y costumbres no
concuerden con los nuestros. En fin, hay muchísimas contradicciones y tabúes
que giran alrededor de estos amores por correspondencia.
Por otro lado están los que como yo, en
vez de buscar el amor, prefieren establecer relaciones amistosas, bien sea por
medio de e-mails o por medio de cartas. Amistades que pueden languidecer con el
paso de los años o seguir en ascenso hasta llegar a crear, por ambas partes o
por uno de los miembros, la motivación por verse frente a frente.
Hoy en día, cuento con buenas amistades
de diferentes rincones del país, personas de diferentes sexos, razas, niveles
culturales y modos de pensar, con las cuales mantengo una buena amistad. Esa,
si de verdad es buena, supera cualquier diferencia o distancia, por muy grande
que sea.
Para hacer buenos amigos me ha resultado
muy eficaz, pero no me atrevería a buscar el amor por dicha vía.
Se imaginan a una chica ilusionada con su
príncipe azul, el shock que le causaría descubrir que es un Shrek; o un
chico que se enamora de la mujer de sus sueños, el susto tan grande que se
llevaría al descubrir que su amada no es una “ella” sino un “él”.
Tristemente, la historia de mi amigo y
otras que aquí he contado, se repiten cada día de esta vida en muchas
computadoras de esta tierra.
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